Las lágrimas continúan su plegaria junto a los campos que marchitan sus flores
y el hombre permanece con sus manos alzadas al cobijo de un árbol.
A lo lejos queda la ciudad que va perdiendo sus calles.
En este momento el cosmos permanece callado
y el búho observa el misterio de la manada.
Tan sólo el grillo se atreve con su melodía de tardes.
Algunas flores han abierto sus pétalos para defender el camino.
Y los bloques de hielo acuden a los acantilados para demostrar su energía.
Que maravilla de poema !!, para sumergirse en él, y quedarse...
ResponderEliminarGracias Paquita por tu comentario.Un abrazo
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