Con dolor
recuerdo tus manos
ausentes de espíritu.
Era de noche
y mostrabas tu cuerpo
como polén de enseña.
Me pediste
que te dejara sobre la arena
para cumplir con el mensaje,
pero el mar prohibió tu cercanía
y tuve que protegerte
hasta los acantilados.
Tuvimos que aceptar
que el mar no te reconocía,
tampoco el viento
que huia de tu plegaria.
Allí también comprendimos
que tu aura estaba siendo programada
en la casa indescifrable
del planeta lejano...
No hay comentarios:
Publicar un comentario