Inevitablemente he de andar sobre el ritmo impuesto por la necesidad,
sin haber comprendido la razón de los giros,
ni la naúsea que se pasea por el astro
que nos llama a continuar las pesquisas del qué somos,
y porqué hemos de centrar la sonrisa
cuando el dios sempiterno no nos ha proclamado preponderantes.
Algo tengo como cierto: no somos abismo.
No somos árbol, por más deseos
No somos siquiera el croar del anfibio que sacrifica sus noches de luna.
Si acaso somos un conjunto lacerado .
disuelto sobre las agujas de un tiempo burlón
que se recrea en tempranos espejos.
Mientras esto pienso, no es madrugada.
Ni nadie me ha invitado a sentarme delante de la estatua de mis deseos.
Tan solo algunas hojas de acacia me recuerdan la inocencia.
Todo es cruel, y no quiero que mis debilidades rasguen mi túnica.
Ni mis lamentos formen una geometría de apoyo para continuar en la profanación.

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