Días en que el tiempo se pierde al observar
la monotonía del planeta cercano
y su desgastada luz.
En los jardines del parque
me siento en un banco
en tertulia con los compañeros de mañana
que han perdido la posibilidad
de reconocer su destino
y deambulan por los pasillos
del pensamiento
recordando a los dinosaurios
y nuestra entrada como fauna dominante.
Todo acaba siendo
una conversación de prepotencia
y es necesario silbar una melodía de Mozart
para acallar los intentos de elevación profana.
Reconozco mi intransigencia en muchos dominios
y no soporto que a edades señaladas
los dedos hurguen en la nariz.
En estos desentonos
cierro mi núcleo de permanencia.
y vuelvo a mi aposento de ignorancia
donde siempre encuentro la concordia.
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