No podemos comprender nuestro cuerpo
y sin embargo seguimos
alterando la luz de la estrella
que se atrevió a pronunciar nuestro nombre.
Nada es nuestro y todo es nuestro.
Nadie nos pronuncia y todo nos pronuncia.
La flor ha sentenciado nuestra presencia
y el agua inicia su huida hasta el borde de nuestra existencia.
No más presagios
No más augurios.
No mas definiciones.
Ni palmoteos, ni sonrisas ni pretensiones.
Ni salmos, ni doctrinas, ni cajas de resonancia.
Quedaros con los subproductos que llamáis armonía
no acudáis a mi piel con más ruegos.
He indefinido mi presencia
y ya no podréis nombrarme
ni establecer comunicación
con la verdad fisiológica de mi aleteo
nI con los pliegues de mi noche.
Sigo en esta muralla de sentimientos
observando como se quiebra vuestro horizonte,
al ritmo de esta invocación.

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