Acabo de comprobar
que mi cuerpo no existe.
Hay señal de renuncia
a los juguetes de infancia
y a las pretensiones de admirar al Sol.
No hay epitafio.
ni tampoco mármoles que consoliden.
La arena ha dejado su insistencia
y la palabra no se atreve a ocuparme.
En mis lienzos,
puedo alabar los blancos,
y algún fucsia en crepúsculo,
pero en mi espacio
no existe el mar,
tan sólo me conforma una oración.
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