viernes, 4 de noviembre de 2011

EL DÍA EN QUE TODO PUEDE SUCEDER.-Por Ignacio Bellido

EL DÍA EN QUE TODO PUDO SUCEDER

Me di cuenta
que mis pensamientos habían perdido
agilidad.

En este descenso de autoestima
Siempre consulto con el amigo de cabecera:

“No lo creo,
has conseguido asentamiento
inquietud acerada,
intuición cilíndrica”

Mi amigo
empleaba mucho palique .

“Te hablo de falta de espacio.
Le señalé

“Si-replicó-
Olvidas la agilidad en lo geométrico
.
Newton te ha grabado de causalidad”

(Aquí un silencio,
Una mosca volando
Un pié sobre la baldosa)

¿Cómo parar su entrega?

El problema se magnificó,
cuando los parroquianos del café
(estas cosas casi siempre suceden en un café)
comenzaron su desentono
y el establecimiento
giraba a ritmo creciente.

El rectángulo y la elipse
formaron conjunto.


No había rostros.
No había decisión.

¿Dónde estábamos?
¿Quiénes éramos?

No tengo repuesta

Algunas pausas anuncian
que seguimos en el mismo café,
que todo es intemporal
y que mi amigo sigue el discurso
al otro lado del espectro.

Pero tampoco sé
quien pronuncia mis palabras.

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